jueves, 30 de enero de 2014

Por si las flies

Durante la presentación del proyecto del Home Port de Puerto Peñasco
el día miércoles, 29 de enero del 2014 casi al mediodía. 

sábado, 4 de enero de 2014

25 Aniversario Luctuoso de Juan Carlos Preciado Galaz (1969-1989)

Hace 25 años falleció Juan Carlos Preciado Galaz a la edad de 19 años, su recuerdo en mi corazón, memoria y vida siguen intactos; su partida fue una fuerte sacudida en mi vida, tanto que a veces no me puedo explicar cómo es que pude salir de esa impresión teniendo apenas 18 años de edad; otras veces me queda muy claro, gracias a la solidaridad de tantos seres humanos que en esos momentos son instrumentos y se desempeñan como ángeles en la tierra, hogares que me abrieron las puertas para que no pasara los días en casa donde estaba todo el recuerdo vivo de Juan Carlos. Recuerdo los días del 3 al 8 de enero de 1989, pero después de esas fechas los primeros años siguientes se me pierden en mi memoria y siento grandes confusiones, solamente intenté seguir, caminar, aferrarme, buscar, estudiar, meditar, trabajar, dormir, todo lo que me llevara a continuar viviendo. En mi camino aparecieron nuevos rostros, amigos, cariños entrañables, seres especiales que me ayudaron a seguir siempre; proyectos religiosos, de trabajo, de estudios, grandes retos que me hacían sentir que valía la pena continuar. Algo pasa entre los humanos cuando alguien se siente perdido, se activan mentes, corazones, situaciones, se activan sentimientos ocultos capaces de alimentar energéticamente a alguien que está apagado, en esa ocasión, fue a mí. Tengo una lista escrita y precisa en mi corazón de personas que toleraron mi tristeza, mi descontrol, mi desarmonía, personas que supieron permanecer a pesar de ser yo muchas veces una persona no grata, que no encajaba en lo común, supieron estar ahí; esa lista está impresa con letras de oro en mi vida, están para la eternidad en ese estado inolvidable. De las demás personas que no pudieron seguir, estar, no pudieron tener compasión de mi tristeza, de ellas no me acuerdo, no sé si existieron ni cómo se comportaron ni lo que hablaron; cada quien refleja lo que trae en su interior cuando se enfrenta ante situaciones adversas de los demás seres humanos.

Después de conocer ese rostro de la muerte, ese rostro que te quita a un joven lleno de brío y proyectos mutuos (maletas hechas, boletos de avión, escuelas pagadas, pasaportes visados, calendario establecido, secretos compartidos), tras comprender que la vida es eso, he podido asimilar con más entereza las partidas que han seguido desde entonces; guardando siempre un dolor infinito y perene por los seres que son entrañables en mi vida, comprendí que la línea que divide la vida y la muerte es apenas tangible y que en un pestañear de ojos muere todo para nacer de nuevo todo. Aprendí a no buscar consuelo sino a saber vivir con lo que tenemos, con el dolor y la alegría, no me quedó otra salida masque ser valiente y enfrentar las situaciones de frente; entre tantas respuestas buscadas y respuestas obtenidas, se crece de alguna forma, porque es decisión personal lograrlo.

El extrañar físicamente a una persona es lo terrible, las personas te hablan de dios y del más allá con una facilidad que sorprende: “él ya está en el cielo, ya descansa en paz, hasta ahí tenía su raya, es la voluntad de dios, déjalo descansar, no le llores, no lo invoques, no lo menciones, déjalo ir, acepta, resígnate, fíjate en el dolor de su madre, no llores enfrente de tu mamá…”; todas las frases me retumban en mi mente, pero recuerdo más esos abrazos largos, esos llantos compartidos, esa compañía que desahoga, ese silencio oblativo, esa melodía precisa, esa mirada amorosa, esas manos extendidas, esas bienvenidas largas, esas despedidas cortas. La partida de tu ser querido, de tu amigo, es eso, es tuyo, es tu dolor, tu angustia, el tú saber por qué sufres, es algo entre dos.

La vida continua, ya han pasado 25 años, ha sido una carrera larga, una vida plena, porque cuando las personas mueren uno aprende el valor de la vida, aprende a amar la vida, a amar a los tuyos con más fuerza que nunca, aprendes a no lastimar a los demás, a cuidar de los seres vivos (animales, plantas), a no hacerte daño, a cuidar que no te pase nada para que nadie sufra tu pérdida voluntaria; ya han pasado más años de los que vivió Juan Carlos en esta vida, algunos seres aun rumoran recuerdos, algunas voces aun inventan, pero uno tiene su propia historia, uno sabe de su vida y muy claramente. Las adversidades obligan a ir eligiendo otros caminos, a cambiar de aires cuando están contaminados, a buscar los mejores seres para convivir a diario, las adversidades te obligan a buscar a pulso la felicidad, pero la felicidad basada en lo intangible, en el amor, la lealtad, la construcción, el trabajo, la creación; no en lo material, eso se da por añadidura, pero no es el fin que se debe de perseguir, porque mis seres que se han ido de este mundo no se han llevado nada, pero sí se han llevado mi cariño, mi amor incondicional, de eso estoy segura. Sé que de alguna forma eso lo sentirán para la eternidad en sus almas. Sé que Juan Carlos lleva en su viaje eterno mi amistad que lo hizo sentir tan especial; lo demás es parte de nuestra historia juntos.

Creo firmemente que estamos en esta vida prestada para crecer en nuestro interior, en el alma, en esa luz que Dios en su grandeza nos enciende y nos hace diferente a todas las demás especies; creo que tenemos esa oportunidad, esa es la prioridad, crecer como humanos, engrandecer nuestros espíritu y ser lo más que podamos en esa alma que tenemos resguardada en nuestro ser. Somos mucho más que materia. Es por eso que hay temas que siempre nos hacen reflexionar, buscar, siempre tratar de trascender y elevarnos un poco más a la vez. Por eso les comparto lo siguiente en este día tan especial para mi vida, en este día de profunda reflexión acerca de la vida y la muerte:

El pasado 30 de diciembre falleció Karla Yescas, una mujer preciosa de 45 años, falleció víctima del cáncer en plenitud de su vida; Karla es de Caborca, vivía en Estados Unidos, casada y con cuatro hijos; cuando me enteré de su partida, de su conciencia de estar dejando este mundo, a sus hijos aun tan jóvenes, tan niños, sentí una gran desolación por esa historia de amor; no puede atinar a otra cosa masque a rezar, a hacer oración, a tratar de abrazar a la distancia a seres que no conoces como conociste a Karla cuando era una adolescente, una jovencita tan bella. Ayer entré a su Facebook y encontré una carta que le escribió su esposo a Karla, en ella, ayer por la noche, aprecié un amor tan grande, encontré tantas respuestas, tanto que aprender de Karla, de su esposo, su mamá y sus hijos que quiero, con mucho cariño, con un gran respeto, compartirlo con todos ustedes que han decidido tener esta tarde de reflexión, meditación e introversión junto conmigo. Quiero que la partida de Karla nos haga crecer como seres de luz, como hijos de Dios. Todos somos parte de todos. Gracias. Aché.

***
Para una maravillosa mujer, hija, esposa, madre y amiga
El Cáncer es visto por mucha gente como una de las peores cosas que podría pasarle a una persona. Las razones son más que evidentes, pues el cáncer es en verdad una enfermedad terrible, que trae consigo incesante sufrimiento tanto físico como emocional. Así que hasta no hace mucho tiempo yo también veía lo mismo que esas gentes.
Pero cuando esa persona ofrece con Amor a Dios su sufrimiento y su dolor para que sus seres queridos estén bien, y pide para que otras personas no padezcan el mismo sufrimiento, las cosas toman un rumbo completamente distinto. Es interesante como este ofrecimiento se asemeja a lo que alguien llamado Jesús hizo por nosotros hace algunos 2000 años, y nos muestra con tal claridad, el camino de la Redención, si solamente sabemos abrir nuestro corazón a ese sufrimiento. Fuiste capaz de ofrecer tu sufrimiento con tal amor a Dios, que los frutos de ese continuo acto se ven reflejados en mi persona, nuestros hijos, tu madre, tu hermano y el gran número de familiares y amigos a los que de alguna forma tu sufrimiento ha tocado su corazón.
Hoy gracias a ti y a tu sacrificio, nuestros cuatro hijos son y serán por siempre mejores personas. Su capacidad de amar, su madurez y su valentía no dejan de asombrarme. Estoy, y sé que tú también, inmensamente orgulloso de ellos. Hoy en día no sé qué sería de mí, sin su gran amor y apoyo. He compartido contigo la gracia de formar una hermosa familia, y aun cuando no estés más físicamente presente con nosotros, nuestros hijos y yo sabemos que tu presencia y tu esencia estará siempre con nosotros.
Luchaste hasta el fin aun cuando en más de una ocasión el pronóstico médico no fuera favorable. Venciste inclusive en una ocasión ese pronóstico adverso gracias a tu gran Fe e inquebrantable voluntad. Tu gran amor a Dios jamás te permitió alguna queja contra Él. Aceptaste siempre su Voluntad y solo en tus momentos finales de agonía preguntabas si Dios te habría abandonado. Jesucristo en su agonía preguntó también lo mismo al Padre. Hoy con Él, estás junto a Dios Padre gozando de su Gloria.
A nuestros familiares y amigos agradecemos infinitamente todo su apoyo, sus oraciones y ayuda incondicional que nos brindaron durante todo este trayecto. Estaremos siempre en deuda con ustedes.
Quiero antes de terminar, dedicar unas palabras para tu madre, a la cual amaste infinitamente. Su amor, devoción y cuidado por ti me conmovió en más de una ocasión. No hay palabras para consolar el dolor de una madre que ha perdido a su hija, pero quiero decir que esto es más que palabras. Son hechos y testimonio viviente de cómo cada persona a la que tu sufrimiento haya tocado, es ahora una mejor persona. Que tu sacrificio y el inmenso amor que siempre nos demostraste, en conjunto con nuestra Fe y amor a Dios, nos ayude a tu madre y a todos tus seres queridos a encontrar alivio a nuestras almas que hoy comparten el dolor de verte partir. Hoy honramos tu muerte y tu sufrimiento, y celebramos tu vida y tu eterna existencia entre nosotros.

Tu amado esposo

Alfredo




Hace 25 años falleció Juan Carlos Preciado Galaz a la edad de 19 años

Hace 25 años falleció Juan Carlos Preciado Galaz a la edad de 19 años, su recuerdo en mi corazón, memoria y vida siguen intactos; su partida fue una fuerte sacudida en mi vida, tanto que a veces no me puedo explicar cómo es que pude salir de esa impresión teniendo apenas 18 años de edad; otras veces me queda muy claro, gracias a la solidaridad de tantos seres humanos que en esos momentos son instrumentos y se desempeñan como ángeles en la tierra, hogares que me abrieron las puertas para que no pasara los días en casa donde estaba todo el recuerdo vivo de Juan Carlos. Recuerdo los días del 3 al 8 de enero de 1989, pero después de esas fechas los primeros años siguientes se me pierden en mi memoria y siento grandes confusiones, solamente intenté seguir, caminar, aferrarme, buscar, estudiar, meditar, trabajar, dormir, todo lo que me llevara a continuar viviendo. En mi camino aparecieron nuevos rostros, amigos, cariños entrañables, seres especiales que me ayudaron a seguir siempre; proyectos religiosos, de trabajo, de estudios, grandes retos que me hacían sentir que valía la pena continuar. Algo pasa entre los humanos cuando alguien se siente perdido, se activan mentes, corazones, situaciones, se activan sentimientos ocultos capaces de alimentar energéticamente a alguien que está apagado, en esa ocasión, fue a mí. Tengo una lista escrita y precisa en mi corazón de personas que toleraron mi tristeza, mi descontrol, mi desarmonía, personas que supieron permanecer a pesar de ser yo muchas veces una persona no grata, que no encajaba en lo común, supieron estar ahí; esa lista está impresa con letras de oro en mi vida, están para la eternidad en ese estado inolvidable. De las demás personas que no pudieron seguir, estar, no pudieron tener compasión de mi tristeza, de ellas no me acuerdo, no sé si existieron ni cómo se comportaron ni lo que hablaron; cada quien refleja lo que trae en su interior cuando se enfrenta ante situaciones adversas de los demás seres humanos.

Después de conocer ese rostro de la muerte, ese rostro que te quita a un joven lleno de brío y proyectos mutuos (maletas hechas, boletos de avión, escuelas pagadas, pasaportes visados, calendario establecido, secretos compartidos), tras comprender que la vida es eso, he podido asimilar con más entereza las partidas que han seguido desde entonces; guardando siempre un dolor infinito y perene por los seres que son entrañables en mi vida, comprendí que la línea que divide la vida y la muerte es apenas tangible y que en un pestañear de ojos muere todo para nacer de nuevo todo. Aprendí a no buscar consuelo sino a saber vivir con lo que tenemos, con el dolor y la alegría, no me quedó otra salida masque ser valiente y enfrentar las situaciones de frente; entre tantas respuestas buscadas y respuestas obtenidas, se crece de alguna forma, porque es decisión personal lograrlo.

El extrañar físicamente a una persona es lo terrible, las personas te hablan de dios y del más allá con una facilidad que sorprende: “él ya está en el cielo, ya descansa en paz, hasta ahí tenía su raya, es la voluntad de dios, déjalo descansar, no le llores, no lo invoques, no lo menciones, déjalo ir, acepta, resígnate, fíjate en el dolor de su madre, no llores enfrente de tu mamá…”; todas las frases me retumban en mi mente, pero recuerdo más esos abrazos largos, esos llantos compartidos, esa compañía que desahoga, ese silencio oblativo, esa melodía precisa, esa mirada amorosa, esas manos extendidas, esas bienvenidas largas, esas despedidas cortas. La partida de tu ser querido, de tu amigo, es eso, es tuyo, es tu dolor, tu angustia, el tú saber por qué sufres, es algo entre dos.

La vida continua, ya han pasado 25 años, ha sido una carrera larga, una vida plena, porque cuando las personas mueren uno aprende el valor de la vida, aprende a amar la vida, a amar a los tuyos con más fuerza que nunca, aprendes a no lastimar a los demás, a cuidar de los seres vivos (animales, plantas), a no hacerte daño, a cuidar que no te pase nada para que nadie sufra tu pérdida voluntaria; ya han pasado más años de los que vivió Juan Carlos en esta vida, algunos seres aun rumoran recuerdos, algunas voces aun inventan, pero uno tiene su propia historia, uno sabe de su vida y muy claramente. Las adversidades obligan a ir eligiendo otros caminos, a cambiar de aires cuando están contaminados, a buscar los mejores seres para convivir a diario, las adversidades te obligan a buscar a pulso la felicidad, pero la felicidad basada en lo intangible, en el amor, la lealtad, la construcción, el trabajo, la creación; no en lo material, eso se da por añadidura, pero no es el fin que se debe de perseguir, porque mis seres que se han ido de este mundo no se han llevado nada, pero sí se han llevado mi cariño, mi amor incondicional, de eso estoy segura. Sé que de alguna forma eso lo sentirán para la eternidad en sus almas. Sé que Juan Carlos lleva en su viaje eterno mi amistad que lo hizo sentir tan especial; lo demás es parte de nuestra historia juntos.

Creo firmemente que estamos en esta vida prestada para crecer en nuestro interior, en el alma, en esa luz que Dios en su grandeza nos enciende y nos hace diferente a todas las demás especies; creo que tenemos esa oportunidad, esa es la prioridad, crecer como humanos, engrandecer nuestros espíritu y ser lo más que podamos en esa alma que tenemos resguardada en nuestro ser. Somos mucho más que materia. Es por eso que hay temas que siempre nos hacen reflexionar, buscar, siempre tratar de trascender y elevarnos un poco más a la vez. Por eso les comparto lo siguiente en este día tan especial para mi vida, en este día de profunda reflexión acerca de la vida y la muerte:

El pasado 30 de diciembre falleció Karla Yescas, una mujer preciosa de 45 años, falleció víctima del cáncer en plenitud de su vida; Karla es de Caborca, vivía en Estados Unidos, casada y con cuatro hijos; cuando me enteré de su partida, de su conciencia de estar dejando este mundo, a sus hijos aun tan jóvenes, tan niños, sentí una gran desolación por esa historia de amor; no puede atinar a otra cosa masque a rezar, a hacer oración, a tratar de abrazar a la distancia a seres que no conoces como conociste a Karla cuando era una adolescente, una jovencita tan bella. Ayer entré a su Facebook y encontré una carta que le escribió su esposo a Karla, en ella, ayer por la noche, aprecié un amor tan grande, encontré tantas respuestas, tanto que aprender de Karla, de su esposo, su mamá y sus hijos que quiero, con mucho cariño, con un gran respeto, compartirlo con todos ustedes que han decidido tener esta tarde de reflexión, meditación e introversión junto conmigo. Quiero que la partida de Karla nos haga crecer como seres de luz, como hijos de Dios. Todos somos parte de todos. Gracias. Aché.

***
Para una maravillosa mujer, hija, esposa, madre y amiga

El Cáncer es visto por mucha gente como una de las peores cosas que podría pasarle a una persona. Las razones son más que evidentes, pues el cáncer es en verdad una enfermedad terrible, que trae consigo incesante sufrimiento tanto físico como emocional. Así que hasta no hace mucho tiempo yo también veía lo mismo que esas gentes.
Pero cuando esa persona ofrece con Amor a Dios su sufrimiento y su dolor para que sus seres queridos estén bien, y pide para que otras personas no padezcan el mismo sufrimiento, las cosas toman un rumbo completamente distinto. Es interesante como este ofrecimiento se asemeja a lo que alguien llamado Jesús hizo por nosotros hace algunos 2000 años, y nos muestra con tal claridad, el camino de la Redención, si solamente sabemos abrir nuestro corazón a ese sufrimiento. Fuiste capaz de ofrecer tu sufrimiento con tal amor a Dios, que los frutos de ese continuo acto se ven reflejados en mi persona, nuestros hijos, tu madre, tu hermano y el gran número de familiares y amigos a los que de alguna forma tu sufrimiento ha tocado su corazón.
Hoy gracias a ti y a tu sacrificio, nuestros cuatro hijos son y serán por siempre mejores personas. Su capacidad de amar, su madurez y su valentía no dejan de asombrarme. Estoy, y sé que tú también, inmensamente orgulloso de ellos. Hoy en día no sé qué sería de mí, sin su gran amor y apoyo. He compartido contigo la gracia de formar una hermosa familia, y aun cuando no estés más físicamente presente con nosotros, nuestros hijos y yo sabemos que tu presencia y tu esencia estará siempre con nosotros.

Luchaste hasta el fin aun cuando en más de una ocasión el pronóstico médico no fuera favorable. Venciste inclusive en una ocasión ese pronóstico adverso gracias a tu gran Fe e inquebrantable voluntad. Tu gran amor a Dios jamás te permitió alguna queja contra Él. Aceptaste siempre su Voluntad y solo en tus momentos finales de agonía preguntabas si Dios te habría abandonado. Jesucristo en su agonía preguntó también lo mismo al Padre. Hoy con Él, estás junto a Dios Padre gozando de su Gloria.
A nuestros familiares y amigos agradecemos infinitamente todo su apoyo, sus oraciones y ayuda incondicional que nos brindaron durante todo este trayecto. Estaremos siempre en deuda con ustedes.

Quiero antes de terminar, dedicar unas palabras para tu madre, a la cual amaste infinitamente. Su amor, devoción y cuidado por ti me conmovió en más de una ocasión. No hay palabras para consolar el dolor de una madre que ha perdido a su hija, pero quiero decir que esto es más que palabras. Son hechos y testimonio viviente de cómo cada persona a la que tu sufrimiento haya tocado, es ahora una mejor persona. Que tu sacrificio y el inmenso amor que siempre nos demostraste, en conjunto con nuestra Fe y amor a Dios, nos ayude a tu madre y a todos tus seres queridos a encontrar alivio a nuestras almas que hoy comparten el dolor de verte partir. Hoy honramos tu muerte y tu sufrimiento, y celebramos tu vida y tu eterna existencia entre nosotros.
Tu amado esposo
Alfredo