domingo, 31 de enero de 2016

Desde hace rato

Desde hace rato está llegando un viento del norte, helado, con ese tiempo en frío que emergen las ganas del hogar, del buen café, del libro abierto, de los calcetines tejidos por la tía Loly, la cobija de la tía Martha, la llamada larga con mamá, el sueño de los perros, el cariño de los gatos, el abrazo amoroso de Socorro, el armado de rompecabezas de los hijos, el ruidoso mar de invierno, la caída de las hojas dormidas: la estancia, el domingo, el asueto.
Son las siete con 11 minutos del enero, 31. Arranca el año 2016

martes, 12 de enero de 2016

No me sorprende


Los pasos de mi padre

Recuerdo los pasos de mi padre a las tres, cuatro de la mañana cuando se levantaba a trabajar, en sus últimos años, en la preparación de pasteles de manzana, piña, durazno ... empezaba primero con un café, luego su desayuno; el crujir de la puerta cuando pasaba de su cuarto por el pasillo, en Caborca, en el rancho. Los sonidos del cortar de manzanas, de amasar, de la estufa, los trastes, el abrir y cerrar la puerta del patio, sea invierno, sea verano. Mi padre y sus amaneceres, el solitario que jugaba mientras los pasteles se horneaban ya saliendo el sol, el golpe de sus manos en la mesa al poner la baraja una y otra vez. El olor del pastel, del pay de manzana con esa canela, con el color dorado perfecto cubriendo. El entrar una y otra vez a nuestros cuartos para ver quién abría el ojo para ofrecer desayuno, mi padre y sus amaneceres ... ahora, ya pasó el tren hace tiempo y a lo lejos se escucha el que viene de regreso, me levanto, camino por el pasillo y me digo que seguramente son las tres, cuatro de la mañana, hora en que papá iniciaba sus días, sus pensamientos, su lucha, su tiempo. En tiempos de siembra en el campo, solía amanecer igual, después dejó el arado por los pasteles o combinaba al año, pero siempre trabajando... Recuerdo despertar a veces cuando mi padre emitía un suspiro largo largo con ese dejo de nostalgia, esperanza, recuerdos pegados al amanecer; así, como el hombre que fue, que dejó su tierra de infancia, sus padres, el amor de su madre, de la isla. Son las cuatro, 25, mi primer pensamiento es para papá, para ese tiempo de las madrugadas. Su jornada terminaba a las diez, once de la mañana, entonces, se ponía a leer la prensa o algún libro antes de su primera siesta y empezaban nuestros ruidos cotidianos. Entonces a partir un pedazo de pay, tomar el primer café, degustar el proceso de papá que regresa por los pasillos de mis hogares, de mis pensamientos, habitante de mi corazón ... Buenos días.

[Día 12, enero, 2016. Pasadas las cuatro de la mañana en el Puerto]