sábado, 4 de julio de 2015

24 minutos pasan de la medianoche

24 minutos pasan de la medianoche; las calles de Caborca dan vuelta en carros. Pareciera que los tiempos se detienen pero ya no están aquellos días de risas por los pasillos. El jardín de los abuelos luce a la luz de una luna que se esconde entre delgadas nubes. Las nostalgias son así, los olores entre higos, uvas, azúcares y manos cansadas traen esas fotografías de los largos ayeres. Mis hijos duermen, regresan del campamento, cuentan entre letargos de sueños que fueron felices, todo eso en los viejos campos de mi secundaria escuela. Somos aquellos, somos ellos, somos recuerdos. La noche de verano, cuando la vida empieza para tantos, otros la observamos con media mirada, con ternura mirada, con entonación baja, en susurros, a mitad de la noche. Mi madre todavía trabaja en la cocina, su hijo Aarón le trajo recién cosecha de abundancia higos. Desierto bendiciones, desierta noche, camino listo para partir al puerto. Hasta el amanecer con la venia del Cielo, en espera de la promesa del sol, de siempre regresar. Gracias por los que responden, los que dejan que los sueños caminen a la realidad. Tal vez escuche el tren que va rumbo al Norte, ese, el que lleva la esperanza de los que viajan descifrando las estrellas. Buenas noches para todos, luz y progreso para aquellos, por la paz, por el amor, sin duda, mañana todo será mejor.
Aun en viernes pasando al 4 de julio 2015. En el corazón de Caborca.