jueves, 27 de septiembre de 2012

Señales sencillas


Señales sencillas


Por Nina Mier


Fue un sábado, por día 27 de septiembre pero del 2008; eran las 7 a.m., nos habíamos levantado a las 6 de la mañana a preparar todo, a prepararme en todo lo necesario para una cirugía. Llegó Silvia, un ángel urbano por decirle de alguna manera, se encargaría de cuidar a Salomón mientras nosotros, Socorro y yo, permanecíamos en la Clínica.

Llegó el taxi, ya con nueve meses de embarazo, pensando y apostando que mi hija nacería el 7 de octubre, había llegado el día indicado por el más valioso de los ginecólogos, el Dr. José Antonio Javalera; un día anterior llegué a la cita obligada a su consultorio, le digo a la enfermera: “No me peses, no quiero saber nada de eso, no me tomes la presión, no quiero nada ya”, me observa y no me dice nada, pero sí se lo dice al doctor.

Cuando llego a revisión, se me queda viendo Javalera y me dice: “Algo no anda bien Nina, ya no es buena señal que no quieras nada”; me sube al sillón y empieza el ultrasonido, semanas antes se había detectado que Rut venía con dos vueltas del cordón umbilical en el cuello, aun así nada parecía anormal dentro de los parámetros de la ecografía en 3D. “Quiero que te vayas a internar ahora mismo a la Clínica Santa María, les daré la orden, quiero que te preparen para intervenirte con una cesárea mañana a primera hora”.

“No me internaré ahora, lo haré en la mañana, tenemos cosas pendientes por hacer aún”; se me quedó viendo no muy convencido pero nos fuimos advertidos de que si me sentía más mal me fuera de inmediato a la clínica. Socorro y yo sabíamos que podía pasar algo muy grave por una lamentable situación que habíamos vivido un par de meses antes, para ser exactos el 8 de julio, pero habíamos guardado sigilosos el infortunio con el fin de enfocar toda nuestra energía y oración en que mi hija y yo saliéramos libradas en el final del embarazo y el parto.


Nudo verdadero
Recientemente, hace unos días me puse a investigar en el internet acerca de este nudo que aparece en el cordón umbilical, cada vez que me internaba en los comentarios, las anécdotas, las explicaciones clínicas, las estadísticas… cada vez me sorprendía más. Al principio, leí un foro donde decenas de mamás platicaban experiencias que ellas vivieron o conocidas respecto a este nudo que hasta hace poco desconocía el término real para nombrar un nudo en el cordón; el caso es que contabilicé, llevaba 12 casos leídos y solamente un bebé había sobrevivido en el parto, los otros 11 bebés habían nacido muertos. Me alarmé, compartí lecturas con Socorro y seguí indagando al respecto, algo que no había hecho en cuatro años por marcar una distancia de aquellos días.

Una mañana calurosa
Me recuerdo subiendo con dificultad al taxi, ataviada con una bata, unas pantuflas grises y el calor asomándose por la ventana. Recorrí con mi vista las casas cuando íbamos rumbo a la Clínica, Socorro se sentó en el asiento de enfrente, eso me permitía verle su rostro por el retrovisor, su mirada se extraviaba entre los destellos que daba el sol al moverse el taxi por la ciudad; a veces, el carro caía en un bache y por no traer amortiguadores sentía el golpe al final de mi columna; me dolía el cuerpo, todo, no sabía dónde, porque me dolía el alma debo de confesar.

Llegamos, mi comadre Bárbara Pesqueira nos esperaba, no salía más nadie, tardamos unos 10 minutos en espera; salió un joven enfermero, Socorro le entregó la orden para internarme y de que me empezara a preparar para la cesárea. Caminamos el pasillo, en el cuarto del fondo nos instalamos. “¿Cómo te llamas?”, le dije al enfermero; “Víctor”, me dijo… “Ah, se llama como tu hermano Socorro, eso es algo bueno”. Socorro andaba sacando las cosas de la maleta. “Se tiene que quitar todo, le tengo que vendar las piernas, canalizarla, hacer todo antes de que lleguen los doctores porque en unos minutos entra al quirófano”, me dijo apresurado el enfermero. “¿Tan pronto?”…

A los minutos estaba acostada, intentaban canalizarme –nunca me encuentran las venas luego luego-, ya me habían vendado las dos piernas y mi comadre me observaba desde el sillón con su embarazo también muy avanzado. Llegó al cuarto el Dr. Perea Ruelas, me dio la bienvenida a la clínica y me dijo que él también estaría en el quirófano porque el Dr. Javalera andaba muy estresado con mi cesárea. Me quedé pensando un rato y me sonreí; también me dijo que estarían otros dos doctores: anestesiólogo, pediatra, además de los asistentes. Se fue.

“Socorro, ven, creo que algo anda tenso entre los doctores, por favor, diles, creo que es hora que les platiques lo que vivimos hace un par de meses, que lo sepan por cualquier cosa”, apenas terminaba de decirle cuando la camilla entró al cuarto. “Me puedo ir caminando, no tiene sentido que me suban ahí, no hay problema, puedo resolver esto de ir canalizada”; Socorro se adelanta y ya me reciben los doctores en un cuarto previo, en especial la mirada del pediatra, me contuve, seguí, tienes que dar un paso alto antes de entrar, todo lo hice bien. El quirófano me esperaba, afuera se quedaba todo, adentro la lámpara y el movimiento perfecto de cada doctor, enfermeros y asistentes.

El Dr. José Antonio Javalera, tan joven, pero tan firme, ahí estaba frente a un gran reto esa mañana, lo sabía. Ambos lo sabíamos. Socorro entró ataviado de azul contra las infecciones, el anestesiólogo se equivocó, algo salió mal, estaba mal canalizada, me pusieron la raquea perfectamente pero no entraba otra sustancia por la vena que tenía que estabilizar algo, el caso es que me sentí desvanecer; los doctores se pegaron a las paredes y yo acostada boca arriba con ambos brazos abiertos a los lados veía dar vuelta al anestesiólogo de un lado a otro, desesperado con mis venas. Socorro tuvo que salir por aire. “Ya no veo doctor, está todo negro”… “Un momento, un momento”, me decía el doctor que iba y venía de un brazo a otro. “Ya, ya quedó, ¿cómo te sientes?”.

Me sentía un poco mejor, pero no del todo, pero no dije nada. La cortina que ponen para separarte de los doctores no era tan alta, entonces, veía cómo hacían las labores. Socorro entró, me miró y se puso a los pies para ser testigo; habíamos acordado, como con Salomón que nada de fotos, nada de cámaras, solamente nuestros ojos. Así fue. Javalera contaba chistes, platicaba con Perea, ahí tenía a los dos ginecólogos más solicitados en la región, ahí estaban frente a mí; eso no era bueno para mí, pero me dejé llevar, confié.

El momento perfecto
Empezó Javalera a cortar las capas de mi piel, imagino que siguiendo mi primera cesárea, entonces se detiene, hace una breve oración: “que tus manos sean mis manos”… segundos después, exclama sin ánimos de asustar: “lo sabía, por eso nunca dejaré de creer en las señales, lo sabía”. No quise saber qué, Rut lloró, me la enseñaron, nunca pensé que nacería tan bella, eso dije cuando la vi: “qué bonita”, sonreí. Pero me empecé a sentir un poco mal. Se la llevaron, me siguieron haciendo lo conducente, pero los doctores hablaban entre sí cosas que hasta ahora entiendo. Le avisaron a Socorro que la niña traía un NUDO en el cordón umbilical, el pediatra le dijo que eran casos muy aislados, que el promedio es de cada 2 millones de nacimientos uno viene con ese nudo verdadero, porque hay nudos falsos.

Entonces desperté en el cuarto, muy atarantada por la raquea y por la morfina que me habían puesto para evitar cualquier situación, no sentí nunca ningún dolor pero mi estómago no podía más. Me dicen del nudo, “¿le tomaron fotos? Que me lo guarden en formol”. Socorro no traía cámara, mi comadre Bárbara le tomó con su celular al nudo aun con la placenta; no lo pudieron guardar porque salubridad no lo permite. Cuando me llevaban al cuarto vi a mi mamá en el pasillo, a la Elsa Romero… mi comadre seguía ahí; durante el día recibimos visitas: Denise López, Susy Mazón, Josué Ellis, Nyllirma y Alfonso, Amaranto… algunas fotos, palabras, regalos, pero no podía recuperarme. Cuando me sentía un poco bien era para darle pecho a Rut. Era la morfina queriendo salir de mi cuerpo.

Salomón llegó por la tarde, le dio fiebre en casa porque no estábamos con él, se alivió al vernos. Dejamos la clínica el domingo por la tarde; dejamos atrás una experiencia de vida. Pero nos llevamos a casa el milagro de Dios en nuestras vidas. Hoy más que nunca, al saber lo que es este NUDO VERDADERO lo sé con más certeza; hoy jueves, 27 de septiembre del 2012 mi hija Rut Emmanuelle (nombres que en hebreo significan “amiga, Dios está con nosotros”) cumple 4 años de nacida, lo celebro en grande y en la inmensidad, más ahora que supe lo que pudo haber pasado. Los ultrasonidos nunca detectaron ese nudo, es muy difícil hacerlo, pero el ginecólogo, mi querido Javalera, le dio rienda suelta a su corazonada, vio algo más allá en señales tan sencillas como no quererme subir a la balanza, como no querer nada. El doctor se detuvo, por noción, por instinto en mi mirada de aquel viernes, 26 de septiembre, en aquella cita que en casa le había dicho a Socorro que no quería ir, que quería posponerla para la siguiente semana, pero la historia fue otra.

Reflexión
Les comparto esta experiencia, con el fin de dar a conocer los riesgos que se corren en cada embarazo, más cuando recibes una noticia o un impacto con una gestación tan avanzado; efectivamente, Rut, se enredó ese 8 de julio, pero también hizo un nudo con sus movimientos mientras yo no podía controlarme anímicamente. De aquí, mis queridos lectores, los dejo, porque me tengo que entregar a una oración constante de agradecimiento a nuestro Padre Dios porque nos consideró dignos de este milagro de amor.

Feliz cumpleaños Rut Emmanuelle, mi compañerita, mi hija tan querida.

martes, 11 de septiembre de 2012

80 días


Alrededor de 80 días de lluvia consecutiva en Sonora, en sus desiertos, en sus matorrales; entonces, en dos meses, estas tierras serán como bosques, se llenarán de verdes pastos, por lo tanto, la próxima primavera será sublime y diferente. ¿Habremos de viajar a los ahora bosques para encontrar nuestro desierto entonces? Estamos llenos de agua, estamos llenos de vida, corazones que siguen latiendo en esa promesa que gota a gota permanece cayendo. Bienvenida la vuelta de la historia, bienvenido el tiempo correcto y las pinturas que nacen constantes en ellas. Nuestras pupilas volverán a la paleta de colores por unos tiempos, los monocromáticos podrán esperar como siempre. Que siga lloviendo, total, el mundo entero estamos preparados para todo porque nadie sabe nada, ni siquiera el que tiene siempre la última palabra. Secreto convertido en misterio, misterio que revela lo que nos importa entender: Vida que se repite por doquier. 

Esto esperaban siempre nuestros antepasados, perpetuamente estaban viendo al Cielo, día y noche esperando respuestas, anhelando las estrellas fugaces y  las lluvias. Ahora las tenemos, aprovechemos. 

11:45 p.m. 10 de septiembre 2012




miércoles, 29 de agosto de 2012

El árbol de ayer



El árbol de ayer*

Por Nina Mier
Miércoles, 29 de agosto 2012

Salí después de todos para abrazar un árbol y que me tomara Socorro la foto del recuerdo, mi blusa se manchó por la cal del gordo tronco que abracé, del otro lado lo abrazó Ana Karina y aun así no lo abarcamos, para mí fue simbólico, no podemos cubrir todo ni aun a cuatro brazos. El tema después fue mi vieja blusa ensuciada que con tantos avatares de la vida misma,  ya por más que sacudas no se quita lo plasmado en ella, pues aun así Socorro y Ana Karina se empeñaron en desmancharla  para que yo ingresara limpia al salón de clases; pero las “manchas” no se quitan sacudiendo, aun con todas las fuerzas, así como en la tela se pega lo que contiene lo que abrazas, así se pega en el corazón lo que se fue.
Claro, el tronco, el título de “Los árboles mueren de pie” de Alejandro Casona  vino a mi mente, tras ello mi padre, recordé la canción que me cantaba de niña, inclusive aun en sus tres días de agonía, porque siempre fui su niña… “yo soy el árbol conmovido y triste, tú eres la niña que mi tronco hirió, yo guardo siempre tu querido nombre y tú ¿qué has hecho de mi pobre flor?”… y así con esa nostalgia le pedí a Carlos que pusiera la canción, al son de ella, de la voz de Compay Segundo empecé a disfrutar de los rostros de todos ustedes, de todas sus manos que se movían contando historias, de sus matices y semblantes, de todo lo que se respira mientas el arte fluye; entonces, Marissa voltea con su cara triste, me ve mientras unas lágrimas se asoman tímidas por sus ojos, mientras sus labios tiemblan, vibrando de emoción, me dice: “Yo no puedo seguir escribiendo, no puedo, no es para tanto, no sé si podré leerlo mañana, que simple soy, si son tan sólo palabras …”.
Mentras ella me decía, en su rostro recordaba un poema que escribí justo cuando papá murió, unos días después, en segundo plano mi pensamiento absorto pensando dónde quedó ese poema dedicado al árbol que dio raíces para que yo fuera otro tronco fértil, como un roble, como esos árboles que mueren de pie. De pronto, por estar entre el sentimiento tan honesto de Marissa, entre mi recuerdo doloso, entre el fondo musical con el tema de mi vida y mi padre, no supe masque decirle a Carlos que apoyara a Marissa y  a sus manos que se retiraban de su computadora,  desistiendo de seguir escribiendo porque se había apoderado de ella su propia historia. Es la literatura, ella es así, nos aborda pero nos deja solos frente a un universo creado por nuestra memoria.
Entonces, pensé en este texto que escribo y en el poema de aquellos días, el cual busqué y encontré con la imagen de un árbol. Con profundo sentir se los comparto, aunque frases cortas, en ese día no había más que decir.


Me partí,
            se desmoronó la parte
                        lo sentí morir
                                        caer
                                   pedir perdón
¿a dónde se fue el tiempo?
¿a dónde me fui yo?
                        me quedé pensando
                                   quebrándome
                        balanceando mi soledad
¿dónde están todos?
¿dónde estás papá?
                        soy un árbol             sin raíces
                                                                       sin frutos
                                                                       ni sombra
                        soy casi la nada y el silencio
                        soy dolor
¿y dónde está Dios?
¿dónde cabe Él en todo esto?
            una cruz
            un beso
            un gracias papá…
            y llegó la espada
            me atravesó el costado
                                                                       y salió            vinagre
                                                                                              yodo
                                                                                              cáncer
                                                                       y un poco de misericordia

llegó el abismo
me dejé ir
y aquí estoy
y aquí sigo
                        cayendo
                        cayendo
                        cayendo
                                                                                 





Viñeta por  Socorro González Barajas
(7 de enero 2003. Año de dolores profundos y el agua abundante)


*Ejercicio de narración para el Taller de Escritura Creativa impartido por Carlos Sánchez del 27 al 31 de agosto del 2012 en Puerto Peñasco, Sonora. MÉXICO. 


martes, 24 de julio de 2012

domingo, 8 de julio de 2012

Ocho de julio 2012: Ya pasaron cuatro años


Por la madrugada llegó Salomón a acostarse a nuestra cama, entonces, Chonono quiso salir a sus “necesidades”, Socorro con toda su paciencia y cariño se levantó a sacarlo al patio. Yo temía despertarme este día, hay días marcados en nuestras existencias, esta fecha es una de ellas en esta pequeña familia. No quería salir hoy, pero hubo que ir al rancho, nos fuimos a las nueve de la mañana, llegamos, los niños corrieron a los destrozados y viejos tractores del abuelo, es lo que les queda de él, de ese abuelo cubano que no conocieron pero que lo traen en la sangre; no les importó el calor, jugaron, se cambiaron de un tractor a otro, gritaron, corrieron. Así es el rancho, así me gusta verlos. Nos regresamos, llegamos a las dos de la tarde pasadas. Me acosté a dormir, no quería saber nada, menos de México y sus resultados electorales.

Me duele el cuerpo, he somatizado lo vivido estos días, siete días, donde ya toda la crónica anunciada transcurrió tal cual, pusieron cortinas de humo: el huevo, demencia senil de García Márquez, la boda de Derbez… no bastó para nadie, ahí fueron muchos, miles, a la Marcha  07-07, tampoco de nada sirve, pero por lo menos gritan. Me duele el cuerpo, me duelen las coyunturas, los huesos, la piel, me duele la mente, mis ojos, mis dedos, me duelen ellos, los que se venden, los que son tan ignorantes, los que me dicen pendeja, me duele esto, me duelen los que ya se derrumbaron, me duelen los que están de pie, me duelen los que saben y los que desconocen. El domingo se fueron sueños, se fueron consignas, se fueron protestas, se fueron verdades.

El domingo se fue un sueño de mis manos, uno en particular,  el de seguir con un fulgor, con ánimo, con empeño, con estar con uno de los grandes líderes de fomento a la cultura y las artes aquí donde hoy vivo (Puerto Peñasco), el sueño de que Guillermo Munro estuviera al frente de la dirección cultural, ya no más… se perdió con el idealismo nacional. Así se pierde en lo profundo, así se pierde luchando. Por eso, me duele el cuerpo, porque se pega al alma, porque ahí habita el espíritu. Estoy en depresión post electoral, me imagino que saldré adelante en unos días. Llegué cansada y lista para celebrar el primero de julio, primero de julio me dijo que no tajantemente y me regresó por donde llegué.

Así, entre recuerdos duros del pasado (un día como hoy pero del 2008), un presente incierto, un día bello, una noche de amor plena, sigo por el sendero, sigo caminando con una sonrisa, con la frente en alto, con la mirada fija, con dolor, pero así, con lo que soy y con lo que estoy preparada para enfrentar. Siempre habrá un mejor día por venir, los niños juegan y gritan consignas que escuchan en los videos que veo todo el día en youtube. Eso es bueno, estamos en el camino, es lo que importa, pobres los que aun están fuera de él.

Mi hija Rut es muy necia, eso me hace sonreír; mi hijo es muy divertido, eso me hace mantenerme; mi esposo es encantador, eso me hace permanecer. Mi vida me magnetiza, eso me hace luchar así, por esto, por ellos, por todos, por mí (como el juego del "bote robado" pero ahora en un "país robado").

Me imagino que esta semana saldré de esta depresión post electoral que he vivido plenamente, que he padecido hasta llorar inconsolablemente, después sentir mucha rabia, otras veces impotencia. He sabido padecer a la altura de las circunstancias, eso me hace sentirme más fuerte. Sigo en lo dicho, sigo en lo inconforme, pero sigo. Ha sido largo el camino, pero aun falta, esto no termina. Estaré lista en un par de semanas para seguir en lo mío, para fraguar proyectos culturales y ejecutarlos con ahínco y pasión; es lo propio de mi existencia. Días de familia, días de cariño y voluntad; gracias por su cobijo.   

© "Rut Emmanuelle en la tormenta". Fotografía por Socorro González Barajas


martes, 3 de julio de 2012

Tres de julio 2012: Liberando mis voces.

Camino por el pasillo, es martes tres de julio al mediodía, estoy en casa, mi madre me habla y se despide porque va de viaje a las Bahamas. Mi hijo hace cuentas y dibuja sin parar. Terminé de escuchar a López Obrador defender mi voto, lo amo por eso, porque cree en mí y en millones más; está cansado pero lleno de sabiduría, de pronto se convierte en mi héroe, no me importa lo que piensen los demás sino solamente lo que sentimos AMLO y yo, nos hicimos un corazón. "Por dignidad seguimos", me escribió en un correo de yahoo mi amiga Isela Vega en la mañana; "no morrita, no desmallemos por favor, seguiremos siempre, acá andamos partiéndonos la madre, hay que seguir", me escribió por mensaje de hotmail Carlos Sánchez que se fue a México a unirse, a estar mandando misivas con la crónica del sentir, en esta ocasión del grupo #YoSoy132. De mis amigos del Facebook no sé nada porque me di de baja temporal, regresaré a esta red social hasta el primero de agosto; no soporto a los defensores de EPN, no me molestan los de JVM.

Afuera caen algunas gotas, esto sí es noticia, que llovizne en Puerto Peñasco, por años no cae agua del Cielo, tal vez ahora llora junto conmigo por lo que pasó el primero de julio; el Cielo sabe muchas cosas, tal vez se une a mi dolor; también el Cielo sabe que soy una Guerrera de Luz como me dice mi amiga Carmina, que no sé de dónde viene el término pero suena bien. Honro a mi padre, a mi abuelo, a mi tía Rosa, honro a mi pasado de los Mier, soy eso, soy ellos, y hoy, sigo viendo injusticia y un camino cerrado por la oligarquía; pero reacciono y me sumo a lo que creo, el domingo me vi unida -por ir tan de izquierda-, en lo local, me topé con la derecha y luché por ese proyecto que lo vi muy ciudadano, también no ganó. Ganaron otros intereses, iguales a los otros. 


El dos de julio lloré, no por mí, sino porque vi llorar a los que lucharon porque AMLO ganara las elecciones, muchos se desvanecieron en sus comentarios en el facebook, se agotaron mentalmente, y yo, me dediqué a levantar sus corazones, a abrazarlos a la distancia, a ayudarlos a mantenerse de pie. Son dos Méxicos, somos dos naciones -y ambas son muy distintas-. Yo soy de la primera y ahí me quedaré. 

Es la 1:29 p.m., ya no caen gotas, hace viento, el mar se escucha perfectamente y está embravecido. Puerto Peñasco perdió el dos de julio la oportunidad de florecer en la Cultura, en las Artes, teníamos al mejor postor, ya no; los talentos volverán al limbo, se había logrado sacarlos un poco de ahí, faltaba mucho por hacer y estaba el tiempo ideal para lograrlo, teníamos la mejor propuesta, Guillermo Munro Palacio al frente. No se logró, por lo mismo que pasó a nivel nacional se proyectó a nivel local, tal cual y tal cual como se comprobará en unos días para bien de la historia. AMLO defiende mi voto que di por él. Eso ayudará a mi voto azul que di en lo local. ¡Sí señor!

Hoy recogimos una caja de uvas cuando íbamos a dejar a Rut a la guardería, las mandó mi mamá de Caborca; riquísimas, muy buenas. Le mandé unas pocas a Beatriz, jefa inmediata de Socorro, hay que compartir, porque también compartimos penas y sinsabores. Me mandó decir Alan Munro hoy por la mañana que quiere que esté bien, que "perdimos una batalla solamente", a lo que le añado, "pero no la guerra".

Mi celular dice "batería baja", así me siento también, a pesar de todos los pendientes y proyectos, me tomé unas vacaciones imaginarias, esta tarde volaré para Cuba con mis pensamientos y estaré con mi tía Rosa en la Plaza a la Revolución, escucharé tambores, oleré el ron y el tabaco, tendré más calor que el habitual pero seré feliz. A las tres salimos por Rut y Socorro; Salomón y el Chonono hacen que les vuelen los pelos con el aire caliente, abren las ventanas del viejo Atos, lo que hago, los veo por el retrovisor y emito una oración por sentir tanta felicidad y libertad. Al regresar pondré a recargar la batería del teléfono otra vez y estaré esperando la llamada, ¿cual? No lo sé, pero debo de estar lista para ese momento. Lo estoy.

Ya es tres de julio y es martes, estoy liberando mis voces, mañana emitirán los resultados oficiales en el IFE, espero que digan que no los tienen todavía y que hablen de posibles ganadores de la contienda; espero que no entreguen a la Nación tan fácil. Espero que no. Aché.  

© Pintura de Fernando Colores 

sábado, 14 de abril de 2012