lunes, 13 de abril de 2015

Lunes de tarde moras

De niña, cuando iba a la casa de mi abuela Chú, uno de mis grandes deleites era comer moras de los dos árboles que están sembrados desde entonces en el gran corral; después, por muchos años dejaron de dar frutos, no había moras, mi sorpresa fue estos días que estuve en Caborca, los árboles han vuelto a dar moras ni siquiera sé si es temporada, lo importante, mi gran regalo fue cosechar los recuerdos vividos aquellos años cuando habitaba el hogar mi abuelo, mi abuela. Esa parte de la niñez que no muere, que queda intacta; en estos momentos estoy disfrutando de esos frutos cosechados, cada uno ingresa amor, cobijo, cariño, atención a mi vida, cada mora es medicina en salud. El milagro del amor de abuelos cosechados, el milagro que dejó sembrado mi abuela Chú, en las moras, mandarina, naranja agria, manzanilla que de vez en cuando nace perenne en el jardín. Un instante, un sabor, una textura basta para conectar directamente con aquella niña de largas tardes que mientras todos dormían la siesta deambulaba entre los árboles, el silencio, los rayos del sol traspasando las ramas, pero sobre todo, cosechando ricas moras de infancia.
Gracias a la vida por estos privilegios, por el tiempo que ha sido centinela de guardar ese jardín, ese corral, a pesar de otras intenciones, el tiempo ha vencido, logrando que siempre regrese a mis días de infancia. Días de alegrías absolutas, al calor de mi abuela que me dejó tanto para siempre. Lunes de tarde moras.
Remembranza en fruta del jardín corral de la casa de los abuelos intacta aún en Caborca. Lunes, 13 de abril 2015.