jueves, 4 de enero de 2018

Juan Carlos, en tu memoria, aquí estoy

Veintiocho años han pasado, ahora se cuentan los recuerdos como antes las risas, los días de fiesta, el último año de su vida que fue tan nuestro, de esta casa, de esta sala, de esa ventana que tocaba llamando de mañana, de noche, de día; el teléfono ochentero de entonces, el número 2-11-79 que sonaba en las mediodías, todas las mediodías de su último septiembre, de su último octubre, noviembre, de su último diciembre ... apenas acabando de irse de casa. Juan Carlos Preciado Galaz, el amigo que me llamó su mejor amiga, que lo escribió como recuerdo en varias partes, en un cuadro de gatos, en una servilleta, en una carta, en mi mano, en mi corazón. La honra, el tiempo, la promesa de que sería para siempre, una amiga es para la eternidad, por eso estoy aquí, en ese sendero del infinito, en la dimensión que hoy me ocupa. Estás aquí como aquellos días como el lunes 2 de enero por la noche que te despediste una y otra vez, que me negué a decir adiós, la última vez, la puerta aquella que abriste tres veces intentando sacar mi despedida. Te fuiste todo tú, con tu risa, con tu fuerza, con tus bromas, con tu gran grandísimo amor. Te perdiste en los acontecimientos, en una noche turbia, de lluvia, antes de la medianoche del día tres. El día cuatro tocaban la ventana de mi recámara,  de este cuarto, decía el Dago Méndez "¿qué no piensa abrir la puerta?" ... el teléfono había sonado sin cesar por un par de horas, lo escuchaba a lo lejos, todos querían avisar, yo no quería enterarme. No había nadie en casa. No habías llegado de tu viaje a Hermosillo. Cuando abrí la puerta y pasaron parte del grupo de amigos me senté en una camita de la recámara del medio, el Dago, la Mony, otros, enfrente en otra cama y me decían lo que sabían; salimos en el carro del Dago, en una camioneta de cambios, la cabina iba llena,  apenas cabíamos, pedí que me llevaran a la Iglesia y me arrodillé frente al Creador, de la Virgen,  pedí mucho, supliqué misericordia; todos lloraban, las horas fueros dispersas, nos fuimos a casa de la Mony, después a la casa de Juan Carlos, de ahí nos llevaron a misa y al regresar la noticia, el rayo, la lanza que parte el corazón, la piedad, el joven que se apaga, los 19 años, la perfección, el adiós del tiempo pasajero. Y los años han pasado, la historias siguió con sus formas, a como pudimos seguimos, seguí, con los años otros han partido, ya nunca fue lo mismo, el pensamiento se hizo largo, diferente, muchos lapsos, acomodos, relámpagos, destellos de serenidad. El tiempo y su encargo, el recuerdo intacto, lealtad, promesa, el silencio, todo lo que tiene que escuchar uno después, lo que se tiene que tolerar, lo que tiene que callar. Se lo llevó el cuatro de enero de 1989, se lo llevó todito, voló, ahora está "En algún lugar" como se titula una de sus canciones preferidas que sonaba en su pickup café y cantaba en sus gustos híbridos musicales. Nuestra historia duró catorce meses, ahora tengo una vida para recorrer todos esos días felices, acompañada de mi esposo de mis hijos que disfrutan de las anécdotas, que las conocen, que saben que son parte de mi huella digital, de mi pupila, de mis líneas de vida, de mi arruga en la frente. Juan Carlos, por siempre un lugar en mi hogar, en mi mesa, en mis historias, un lugar, su lugar, impecable espacio lleno de mariposas de colores, de sonrisas, sueños, promesas, largos silencios, largas e inmensas miradas: dos almas dialogando. En tu memoria, aquí estoy, en esta ciudad, en esta casa, en esta sala, enfrente de la ventana que atestigua nuestra historia, aquí estoy.

Juan Carlos Preciado en casa de María Emilia Haro, ella tomó la foto. Meses antes de su partida.