jueves, 6 de marzo de 2014

Gabriel José de la Concordia García Márquez, feliz cumpleaños

Gabriel José de la Concordia García Márquez, feliz cumpleaños. Tal vez sea una de las últimas que ande felicitándote, estuve presente en todas las fiestas que tuviste en el mundo cibernético, este mundo paralelo, esta alianza donde las almas se tocan y se llaman sin siquiera darnos cuenta, en esta red que alimenta las dimensiones, algunas, quizá todas, ¿quién puede saberlo? Aun estás en ésta querido Gabo, el escritor, ¿a qué no sabes que un día me descubrí en tu novela El Coronel no tiene quién le escriba? Mi alma y yo, somos ese Coronel que espera cada viernes la respuesta, la justa remuneración de lo que fue su guerra; un día supe lo que es la literatura, eso algo más allá de qué sé yo; tu pluma García Márquez, descubrió lo que soy y seguiré siendo. ¿Cómo le haces? ¿Quién eres? ¿Cómo lo lograste? Esa es la maravilla, ese es mi respeto. Tomo la novela entre mis manos y leo, leo esas líneas que me describen siempre, los símbolos, los destiempos, el hijo ausente que no se puede ni llorar porque no existen los cómos y las formas. Ese caminar, la ropa roída, la olla humeante, ese ir y venir a esperar el correo, las miradas, los viernes (mañana es viernes), la prudencia, la compañía que siempre cuestiona; las glorias y laureles fugaces, eso que queda para recordar el resto de la vida. El gallo, alimentar el animal, es lo primordial dices, la esperanza. Lo que fue, lo que se queda, ese personaje eterno, el Coronel y yo. Me veo en él, me hiciste en él, lo entiendo claramente pero no sé por qué. La escribiste en 1961, yo nací en 1970, ¿la habrá leído mi madre antes de concebirme? ¿Durante el parto? Yo también soy veterana de la Guerra de los Mil Días, total, lo escrito escrito está, ahí permanece y es de ese material perenne. Feliz cumpleaños 87 Gabriel, has avanzado bastante; aun te queda tiempo de inventar existencias, de predecir vidas, de crear andanzas, aun tienes tinta y papel, aun tienes piel. Buenas noches Gabriel García Márquez, recibe un beso, tal vez el de la medianoche, de una noche que se despide al son de las mañanitas. Aché.