martes, 25 de septiembre de 2007

El amor entra por el estómago.

Amanecí entre carnes, frijoles y tortillas. Formulé la ecuación de la comida: 66 burros, 22 de frijoles y 44 de carne con chile. Necesité 5 kilos de tortillas de harina, 5 kilos de carne, 2 litros de frijoles. Empacados y con precio para su venta. Desde junio no hacía comida para vender y ya no aguanté la presión. Ándale, lo que pasa es que mi cocina no la terminan aún y quería con esto meter presión yo también, pero en la guerra de la vida, hoy me ganaron esta batalla y me pusieron a cocinar en mi vieja estufa. Ni modo. Me falta más estrategia.
La artesanía de ser cocinera del populacho. El color dorado de la tortilla de harina y su olor particular. La textura de la carne y el sabor de los frijoles. Elixir de los albañiles.
Que los cortometrajes, que las asesorías, que hay que entregar el artículo, hay que diseñar los cuadros de dibujos que expondrá Socorro, que lavar el uniforme del niño, que la escaleta del documental, que el candando del Museo de la Unison, que esto que el otro y de pronto, como arte de magia... del comal el olor, del olor el placer, del placer la paz. Mi hijo y mi esposo comiendo y yo sumergida en sus platos, nadando en sus sabores y llegando feliz a su estómago y después de 20 minutos de masticar, a sus corazones.